El escepticismo de Sexto Empírico y su neutralización dialógica (premio Norman Sverdlin)



Mi tesis de maestría recibió el pasado 6 de octubre el premio Norman Sverdlin. Me siento muy honrado y estoy muy agradecido con la familia Sverdlin, así como con todas las personas que me ayudaron tanto en lo académico como en lo personal. La página electrónica del premio ha puesto en línea la versión original de mi tesis, que les comparto aquí:  




Dentro del marco de la misma investigación, también publiqué un artículo en inglés en Hermathena, revista del Trinity College de Dublín. En esta versión doy una breve exposición y defensa de los argumentos centrales de la tesis de maestría. También quiero agradecer a todos los que me ayudaron con esta versión. Los datos bibliográficos son los siguientes:

Daniel Vázquez (2009). Reason in Check: the Skepticism of Sextus Empiricus. Hermathena, (186), 43-57.

Copio aquí el texto que leí cuando defendí la tesis. Espero les sirva de introducción al escepticismo de Sexto Empírico.
Parafraseando la Metafísica I, 1 de Aristóteles: todos los hombres desean por naturaleza tener certeza. No sólo saber, sino tener seguridad sobre lo conocido. Quiero poder responder qué es la justicia, qué es la libertad, cómo está configurado el cosmos, si el alma es inmortal o si Dios existe o no, pero además, ambiciono tener la mayor garantía posible de que estoy en lo correcto. Pero ¿cuál es la mejor garantía de la verdad de mis conclusiones? La certeza es finalmente, subjetiva, y como sabemos, cualquiera puede estar cierto en el error. Mucha certeza, la absoluta seguridad de algo, no hace más verdadera una tesis. 
Yo creo que la filosofía es el intento, nunca acabado y siempre en proceso, de justificar racionalmente los juicios y creencias, siempre con una actitud crítica. Es subordinar la certeza a la capacidad de explicar con argumentos nuestras ideas. La viabilidad misma de este proyecto, depende de que tenga algún sentido, de que haga alguna diferencia, el tener razones y argumentos que soporten nuestros discursos, teorías y acciones. 
El escepticismo radical como el de Sexto Empírico, al menos bajo mi interpretación, es justo el intento por desafiar estos presupuestos. Es una actitud de duda absoluta. Sexto se pregunta si hay alguna razón para sostener cualquier juicio o creencia (cf. Burnyeat y Frede 1997, x).  Sexto cuestiona si es posible, si es viable, la justificación racional, no de un tema específico sino en general. Pero hay que hacer una advertencia: con esta actitud no quiere decir que él afirme que no es posible. El escéptico sólo lanza una pregunta, no afirma ni niega nada: él suspende el juicio. Sin embargo, en el caso de Sexto, cuenta con un “sistema”, con una “estrategia” para intentar disolver cualquier explicación que intentemos darle. Sexto es entonces, el enemigo común a cualquiera que desee sostener que sus ideas o acciones están justificadas. 
De entre todos los filósofos escépticos de la historia de la filosofía, lo elegí porque me parece la presentación más poderosa y radical de todas. No creo que haya un escepticismo más cáustico y disolvente que el de Sexto Empírico. 
Para complicarme más la vida, decidí realizar la interpretación más caritativa de Sexto; aquélla que mostrara al máximo la fuerza de su escepticismo, el problema lógico que encierran sus estrategias y cómo hay formas de interpretarlo que escapan a las objeciones comunes que se le han hecho. El resultado es que sí, me compliqué muchísimo las cosas. 
Descubrí que Sexto plantea el escepticismo de forma tal que es imposible vencerlo. De hecho, todo el segundo capítulo de la tesis está dedicado a mostrar que Sexto escapa a todas las objeciones contra el escepticismo que se han planteado, las que a mí en lo personal se me habían ocurrido, y no sólo eso, sino que formalmente, escapa a toda posible solución. Me explico: 
Sexto expone ciertas estrategias llamadas los cinco tropos de Agripa, que según he defendido en la tesis, funcionan como una serie de preguntas que realiza el escéptico cuando alguien sostiene alguna proposición. Lo curioso de estas preguntas es que tienen tres cualidades: en primer lugar, se pueden plantear y replantear en cualquier contexto, por otro lado, responder a cada una de ellas permite siempre, llevar la conversación a otra de estas preguntas. Es decir, responder a una de las cinco lleva a cualquiera de las otras. Por último, todos los tropos pueden llevar a la suspensión del juicio, es decir, al escepticismo. 
En breve, los cinco tropos son: 1) hacer referencia al desacuerdo del tema, 2) preguntar si la justificación de un tema no requiere a su vez de otra garantía y así hasta el infinito, 3) preguntar si lo que se sostiene no es una hipótesis injustificada, 4) si es el caso, preguntar si no se está defendiendo con un círculo vicioso y 5) preguntar si lo que se dice no es más bien relativo a algo como la perspectiva o las condiciones del observador. 
Pero explicar esto es siempre más fácil con un ejemplo. Imaginemos que yo quisiera sostener ante el escéptico la siguiente tesis: 


Daniel. –Todos los alumnos de filosofía deben estudiar griego antiguo. 
Escéptico. –Pero, ¿no hay muchos alumnos que no comparten esa opinión? (Desacuerdo)
Daniel. –Cierto, pero es importante porque si no es imposible comprender lo que realmente dijeron los clásicos. 
Escéptico. –Pero, ¿cuál es la garantía de que entenderán mejor si saben griego, y ya en eso, cuál es la garantía de la garantía, etc.? (regresión)
Daniel. –La garantía de todo eso es que la traducción perfecta es imposible. 
Escéptico. –Pero ¿no es eso una hipótesis injustificada?
Daniel. –No, es evidente. 
Escéptico. –Eso te parece a ti, pero ¿acaso no hay quien piensa distinto?
Daniel. –Bueno, sí pero es porque son tontos. 
Escéptico. –mmmm, ¿otra hipótesis injustificada?
Daniel. –Pero es que de otra forma es imposible comprender a los clásicos. 
Escéptico. –Eso ya lo habías dicho ¿acaso quieres convencerme con un círculo vicioso?
Daniel. –No, pero….etc. 

Lo que quiero que noten es que, por un lado, el escéptico no se compromete con tesis alguna y que siempre puede plantear y replantear sus preguntas. Mi tesis es que, después de haberlo analizado a fondo, este pequeño jueguito de preguntas, no permite justificarle nunca nada al escéptico ni dar una solución definitiva a nada. Cualquier afirmación que intente descalificar al escéptico, estaría seguido de cualquiera de los tropos. 
Sexto dice que estos tropos llevan a la suspensión del juicio. Yo defiendo que, a diferencia de la interpretación en boga, se trata de una suspensión absoluta y practicable. Una de las condiciones de ello es que se interprete esta suspensión como un proceso activo, en específico, la constante aplicación de los tropos a todos los juicios y creencias. Incluso a ellos mismos. 
No expondré ahora cada una de las interpretaciones y tesis que defendí en la investigación, pero me parece importante mencionar que En el tercer capítulo, sostengo que el escepticismo es practicable y coherente. Con ello me refiero a que pueden existir “escépticos funcionales”. Suspender el juicio acerca de todo juicio y creencia no hace la vida imposible, como algunos críticos creen. Esto se debe, según Sexto a que ellos basan sus vidas en sus pareceres inmediatos e involuntarios. Es decir, en lo que les parece aquí y ahora. Por ejemplo, el escéptico no cruza un puente colgante porque le parece peligroso de forma involuntaria, no porque realmente crea que lo es o, incluso, que el puente existe. Si estos pareceres son involuntarios, como quiere el escéptico, no hace falta que crea en ellos o que asienta a ningún juicio. Es decir, si me duele el estómago intensamente, no es necesario que crea que me duele, ni que yo crea que mi estómago existe, el dolor seguirá ahí. Bueno, pues los escépticos parecen basar sus acciones en esos pareceres involuntarios… aunque si les preguntáramos, ellos no lo afirmarían tajantemente. 
Llega un momento en la tesis en el que he defendido ya que el escepticismo es irresoluble, practicable, coherente, consistente y que apelar a principios autoevidentes no resuelve nada. Si alguien abandonara la lectura en ese punto, podría quedarse con la idea de que me he convertido en escéptico y que mi tesis es una apología a Sexto Empírico. 
Sin embargo, sí se me ocurrió cómo defenderme del escepticismo. No es una solución, pero es una estrategia que permite, al menos, salir empatado con el escéptico. En la introducción hacía una analogía con el ajedrez. Yo sostengo que es imposible darle jaque mate al escepticismo, pero que he encontrado una forma de llevar la partida a tablas, a un digno empate. Por ello he llamado a esto la “neutralización del escepticismo”. 
Ahora bien, tal vez algunos hubieran esperado una estrategia complicada y una exposición en dos tomos. Sin embargo, lo que hace la neutralización es más bien comparable con esas técnicas de artes marciales en las que, quién sabe cómo, el karateca experto utiliza la misma fuerza del atacante para neutralizar al contrincante. 
Bueno, pues eso es lo que he intentado. Utilizar la fuerza del escepticismo para blindarme en su contra. Ante los tropos de Agripa, hemos dicho que cualquier cosa que se afirme permite llevar a otro tropo, a la contradicción o a la suspensión del juicio. También he dicho que los escépticos se basan en los pareceres individuales e involuntarios para actuar. Ellos dicen que reportan sus pareceres, no los afirman. Bueno, pues esa es la clave de mi estrategia. Lo que hay que hacer cuando un escéptico nos aplique los tropos de Agripa, como en mi ejemplo de si los alumnos de filosofía deben o no estudiar filosofía antigua, es reportar (no afirmar), un parecer individual e involuntario distinto. Es decir: 
Daniel. –Todos los alumnos de filosofía deben estudiar griego antiguo. 
Escéptico. –Pero, ¿no hay muchos alumnos que no comparten esa opinión? (Desacuerdo)
.
.
[Aplicación de los tropos]
.
.

Escéptico. –Dado todo lo anterior ¿no deberías suspender el juicio?
Daniel. –Lo siento, pero me parece, de forma involuntaria, que se puede justificar racionalmente algunas afirmaciones. Pero, no creas que lo afirmo dogmáticamente. Eso es lo que me parece aquí y ahora. 

En conclusión: la razón no se puede justificar a sí misma porque cualquier argumento que se diera para ello, presupondría la racionalidad. La posibilidad de la justificación racional se basa en un parecer individual e involuntario del que no podemos tener certeza absoluta, pero que si lo tenemos, no hay de otra más que ser coherente con él. 
Yo podría seguir hablando de mi tesis pero estos son los aspectos que me parecen más importantes. Quiero ahora dedicar un breve espacio para comentar mis críticas a mi propio trabajo. 
Releyendo mi tesis para este examen, me parece que hay ciertas cosas en las que pondría más énfasis. Un caso importante es que diría de forma más explícita que los tropos son expuestos por Sexto y funcionan como reglas a seguir. El texto de Sexto Empírico es un manual del perfecto escéptico. Ahora bien, uno podría preguntar ¿bueno, y si son reglas escépticas, no hay razones para seguirlas? Sin embargo, creo que las preguntas escépticas puede uno hacerlas aunque su intensión inicial no sea volverse un descreído. En realidad, son preguntas que cualquiera podría hacerles a nuestras teorías. 
Otra crítica que le haría a mi trabajo es que, a pesar de lo que he dicho, quizá la neutralización y las conclusiones deberían ser más largas. No porque crea que me haga falta decir algo sino por cuestiones didácticas. Quizá pude haber sido más claro. 
Una deuda pendiente de la tesis es hacerle justicia a la conexión ética que existe entre la suspensión del juicio y la tranquilidad de espíritu. Me concentré y obsesioné con la estructura lógica del escepticismo y quizá la tesis no trasmite de forma suficiente que lo que es esencial y distintivo en el escepticismo antiguo es la promesa de felicidad. 
Por último, me gustaría decir que me quedé con las ganas de explayarme en las consecuencias generales de que sea imposible resolver el escepticismo. Creo que se puede tender una conexión importante entre mi análisis del diálogo escéptico con el tema de la discusión democrática y universal de las ideas. Piensen en una democracia en donde haya ciudadanos que utilicen los tropos para no aceptar ninguna idea diferente a la suya. Otro ejemplo sería imaginar a u tirano que, por un lado diga que escuchará todas las ideas de sus ciudadanos y que en el momento de discutir aplique los tropos para no aceptar que está mal. Sin embargo, como todo esto se desviaba de los objetivos principales de la tesis, lo dejé fuera.

Bibliografía

M. Burnyeat y M. Frede. 1997. The Original Sceptics: A Controversy. Indianapolis: Hackett Publishing. 

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